No hay peor despedida que la
que nunca tuvo explicación
Hay personas que son capaces de matarte con
sus silencios, te entierran sin epitafio, te dejan si un adiós, ni siquiera un
“lo siento, ya no te amo” o “no fuiste lo que esperaba”, o simplemente un esto
ya no puede continuar. Pero, si hubo algo bonito ¿por qué estropearlo con un
final tan absurdo? Por qué terminar todo así, a lo cobarde, con lo fácil que es
decir “he sido feliz”, pero se acabó.
Todos sabemos que todo principio tiene un
final, que es importante saber reconocer el momento de acabar algo que ya no
aporta valor a tu vida, que ya hemos dado cuanto podíamos dar, que hemos
aprendido lo necesario y que el punto final es inevitable, pero lo que nadie
merece es un final así, lleno de silencios. El hecho de una “despedida sin
explicar por qué” es una actitud agresiva y fundamentada en el temor, ya que
generalmente las explicaciones en medio de un estado de desorden emocional no
suelen ser positivas, y además el que se marcha no quiere que lo detengan.
Es verdad que tenemos la mala costumbre de
siempre querer apalabrar lo evidente, buscamos siempre explicaciones
racionales, pero cuando somos capaces de ver más allá de lo evidente, nos damos
cuenta que hay señales que anuncian una despedida. Dicen por ahí que hay
preguntas que no tienen respuestas, pero no, eso o es verdad, todas las tienen,
pero no las queremos ver porque nos da miedo de no ser capaces de cerrar la
puerta y marcharnos o dejar marchar al que se quiere ir. ¡Muchos se hacen los
ciegos a la realidad, no necesitas explicación cuando la realidad siempre la
tuviste de frente… y no la aceptaste!!
El ego es otro personaje que hace su entrada
triunfal a la escena, nos pide siempre una respuesta, el querer controlar todo,
el buscar el por qué pasó eso, el querer forzosamente una explicación, y es que
para nadie es agradable sentirse desechado así nada más.
Pero, y si te preguntas ¿qué tengo que
aprender de esto? Pues es justamente esto. Que hay veces que las cosas pasan y
que no necesitamos saber por qué. ¡Claro que duele, y mucho! Y sólo con el
tiempo te das cuenta que si alguien no tuvo el valor de darnos un “¿por qué?”,
fue mejor que se marchara antes de incluirlo en proyectos más grande de nuestra
vida en donde las faltas de valor no tienen cabida.
No hay nada más bello y más respetable que
una persona sincera, que no se anda con rodeos y le gusta aclarar todo, que
desde un principio nos hace saber dónde estamos parados en una relación.
Siempre será mejor saber con certeza qué sucedió por doloroso que sea.
Y aunque no hay adiós más triste que el que
no se dice, ni se explica, ni se entiende, la verdad es que el más triste de
todos es el que no queremos ver. Nunca es buen momento para decir adiós, pero
siempre, es necesario.
“Cuando decimos y aceptamos el adiós,
cerramos una puerta para abrir otra que permitirá la entrada a otras cosas
positivas en nuestras vidas.”
MARUESVA
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