Una reflexión sin importancia sobre el amor.
Cuando
una persona te desilusiona profundamente, y tu reclamas explicaciones de lo
sucedido, y ella no te dice nada de lo que tú quiere oír… La mayor diferencia
entre nosotros consistía en que, lo que era importante para mí… para ti no
valía nada.
La
desilusión en el amor es un crimen para el que no existe una punición
suficientemente adecuada. Forma parte del sufrimiento más profundo, porque más
allá de la desaparición de la persona amada, se manifiestan dentro de nosotros
también los sentidos de culpa, de rabia, de desaliento.
La pérdida de la confianza en uno mismo y un fuerte resentimiento por habernos tomado el pelo, nos saca la capacidad de reaccionar.
La pérdida de la confianza en uno mismo y un fuerte resentimiento por habernos tomado el pelo, nos saca la capacidad de reaccionar.
La
desilusión no es el dolor, no es la tristeza, no es siquiera el sufrimiento que
pasado un tiempo se desvanece, reduciéndose a un triste recuerdo.
La desilusión en el amor continúa viviendo dentro de nosotros y se mantiene viva y se fortalece cada vez que por casualidad, volvemos a ver a aquella persona.
La desilusión en el amor continúa viviendo dentro de nosotros y se mantiene viva y se fortalece cada vez que por casualidad, volvemos a ver a aquella persona.
Nos lleva atrás en el tiempo y nos hace pensar en lo que hubiera podido ser, pero no ha sido. Nos hemos visto obligados a distanciarnos, de aquella persona que nos había enamorado. Como si se hubiese transforma en una desconocida, nos ha obligado a poner fin a una relación en la que, en el fondo, creíamos.
Y ese tipo de desilusión, que nace dentro de nosotros, es como una mancha de aceite que se expande poco a poco, robándonos la alegría de vivir.
Pone en duda la nuestra capacidad de entender, nos hace sentir culpables por haber creído y por haber ido adelante, y así, nos destruye aquella débil esperanza de creer en el amor. Un amor que nosotros habíamos entregado.
El
amor es un pacto, una promesa, un lazo invisible que junta a dos personas,
donde uno se siente parte del otro. Sin estas prerrogativas, el amor se reduce
a una enojosa compañía.
Cuando una persona decepciona a otra profundamente, marca su alma con una cicatriz indeleble a cualquier intervención quirúrgica.
Y necesitamos tiempo, mucho tiempo antes de recuperarnos. Y en cada persona nueva que conocemos, pretendemos el máximo y la hacemos pasar por miles de pruebas, intentando protegernos para no volver de nuevo a vivir aquella sensación que nos ha hecho sufrir.
Porque la desilusión en el amor no destruye solo la voluntad de renacer, de volver a probar, de volver a creer; sino que el recuerdo de esa persona nos hace pensar que el error no ha sido suyo, sino nuestro.
Nuestro…Por no haber querido ver las señales que nos llegaban diariamente.
Por haber ignorado también las experiencias de vida que esa persona había vivido anteriormente, pensando que con nosotros no hubiera sucedido nunca.
Por habernos convencido que con nosotros nunca hubiera hecho lo que hizo.
Habíamos pecado de presunción, pero no porque éramos presuntuosos, solo porque en aquel momento teníamos en nuestro interior ganas de vivir, de creer, de amar. Por eso hemos insistido y perdonado, y hemos seguido adelante entre millones de obstáculos, intentando no ver y no aceptar las diferencias que existían.
Quién
desilusiona nunca se da cuenta del dolor que puede causar. Justifica su acción,
apareciendo como una víctima detrás de excusas patéticas o falsa ingenuidad.
Mintiendo incluso a sí misma.
No
logra concebir la reacción de quien ha sido decepcionado porque por un
estúpido egoísmo no evaluó la importancia que representaba para el otro, o
muchas veces lo hace para vengarse por algo que había prometido de haber
perdonado. Es la acción más patética y pueril que una persona puede hacer
frente a la otra. Con su acción se muestra como realmente ha sido siempre… una
persona miserable, traidora y falsa
Pero
aun así, no obstante todo el daño que nos han hecho, no podemos apagar con un
“click”, como si fuese un interruptor de la luz, lo que hemos vivido juntos.
No podemos alejarnos de ciertos momentos y hacer como si no hubieran existido nunca. Borrar de pronto el recuerdo de las sensaciones sentidas y probadas, como si no hubieran sido excepcionales para nosotros. Lo eran.
Sustituir los besos, las caricias, las expresiones de su rostro teniendo en cuenta que no era atractiva que digamos, su modo de reír, de hacer, de gesticular, de hablar, de presentarse de repente, incluso de mirarnos, o de llamarnos por teléfono, como si hubiese sido algo normal. Nos resulta imposible.
Para nosotros eran excepcionales porque nos llenaban el corazón de una alegría sin límite, y daban vigor a nuestra vida.
Y eran excepcionales porque pensábamos que esa persona era nuestra, y sólo nuestra, y no habríamos querido compartirla nunca con nadie.
Porque
lo que nos unía era más fuerte que cualquier factor externo. Y era profundo,
tan profundo que nadie podía verlo.
Es en estos casos en que la desilusión nos impide ser felices y crear una atracción hacía los demás. Prolongando así la propia soledad.
Una soledad que necesitamos para recargarnos y eliminar de nuestra mente aquellos hechos tan mezquinos a los que hemos asistido.
Es en estos casos en que la desilusión nos impide ser felices y crear una atracción hacía los demás. Prolongando así la propia soledad.
Una soledad que necesitamos para recargarnos y eliminar de nuestra mente aquellos hechos tan mezquinos a los que hemos asistido.
Y que todavía se suceden dentro de nosotros, uno tras otro, como si estuviéramos sentados en una sala de cine.
No conseguimos hablar de culpas o de responsabilidades, aunque existan, vemos solo el final de lo que podía haber sido algo grande, pero que aquella persona ha destruido. Y lo ha destruido porque no había logrado entrar en sintonía con nosotros.
Esa
conexión interior que atrae a los polos opuestos, y los transforma en aliados,
superando todas las diferencias.
Si nos hubiera escuchado habría sido fácil seguir amándonos. Pero esa persona no había entendido que esa falta de complicidad en un gesto así, habría sido interpretada por nosotros una traición.
Si nos hubiera escuchado habría sido fácil seguir amándonos. Pero esa persona no había entendido que esa falta de complicidad en un gesto así, habría sido interpretada por nosotros una traición.
Porqué volvía a poner en juego y en duda, como en una relación de unas pocas horas, el tiempo pasado juntos, las palabras pronunciadas, los momentos compartidos, los planes de futuro, pero por encima de todo, aquellos instantes llenos de pasión y deseo, cuando hacíamos el amor y sentíamos que ella era sólo nuestra. ¿Eran verdaderos y sinceros esos momentos o eran simplemente el resultado de un teatro?
Y si los eran… si eran verdaderos, entonces… ¿Dónde estábamos nosotros en ese momento? Cuando aquel gesto, hecho sin pensar, destruía nuestra alianza secreta, que se llevaba dentro de nuestro corazón.
La desilusión en el amor nos deja sin fuerzas, porque lo que sentíamos no se reducía a algo material, sino que consistía en lo que esa persona era capaz de transmitirnos. Dificilísimo de sustituir.
Ninguno
castiga la desilusión porque no es tangible.
Es un sentimiento solo de quien lo prueba, difícil incluso de compartir. Y a veces es tan sutil y profundo y compuesto de pequeñas cosas que no es fácil de entender ni siquiera para quien lo vive.
Ni siquiera y sobre todo por quien ha desilusionado.
Es un sentimiento solo de quien lo prueba, difícil incluso de compartir. Y a veces es tan sutil y profundo y compuesto de pequeñas cosas que no es fácil de entender ni siquiera para quien lo vive.
Ni siquiera y sobre todo por quien ha desilusionado.
Pero…incluso
si la desilusión en el amor logra cambiar nuestro estado de ánimo, apagando en
parte la llama de la que el amor se nutre…la ilusión.
Tenemos que saber que sin ilusión no hay sueños, y sin soñar el amor se transforma en una monótona compañía.
Del resto, el amor, es sumergirnos en lo que sentimos y vivirlo hasta el fondo.
Y si permanecemos desilusionados por el coraje que hemos invertido en vivir ese amor…Paciencia… paciencia…no existe otra alternativa.
O se ama con todo lo que forma parte del amor o se permanece allí, sentados, parados, inmóviles, como espectadores miedosos esperando que la vida nos pase por delante. Y entonces nada tiene sentido.
Tenemos que saber que sin ilusión no hay sueños, y sin soñar el amor se transforma en una monótona compañía.
Del resto, el amor, es sumergirnos en lo que sentimos y vivirlo hasta el fondo.
Y si permanecemos desilusionados por el coraje que hemos invertido en vivir ese amor…Paciencia… paciencia…no existe otra alternativa.
O se ama con todo lo que forma parte del amor o se permanece allí, sentados, parados, inmóviles, como espectadores miedosos esperando que la vida nos pase por delante. Y entonces nada tiene sentido.
MARUESVA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario